Robert Smith frunce la nariz de la misma forma que yo, ya no me parece un gesto tan feo.
Me pidieron que describa mi verano, acá está:
Viví un mes que pareció una vida. Independiente por ser huérfano, libre por no tener religión.
Gasté y administré, me cuidé y también me dejé llevar.
No cuestioné nada y por eso nunca tuve miedo.
Me acostaba en paz, porque sabía que lo peor que me podía ocurrir, después de todo, era era el no volver a levantarme. Nunca pasó.
Me olvidé de mi familia e ideas, de caras y nombres, de todas esas cosas que son inútiles para la memoria cuando se quiere ser feliz.
Hedonista, nunca miré a quienes me rodeaban como seres pensantes, a la gran mayoría solo los diferenciaba por como vestían, no quise agregar nombres nuevos a mi vida.
Me deshice del rechazo al agua para ser alguien más, a la soledad, moldeé de forma espontánea un nuevo yo, un yo fácil de desplazar si se lo forzara a pensar.
Ahora está yo, el que llego después, torpe, confundido, enojado, triste y propenso al aburrimiento, su llegada me tomó por sorpresa.
Llegué a la conclusión que es la razón lo que le quita al hombre su perfeccion.
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