Son quinientas manos que me tocan, me levantan, y separan
de la tierra. Pasean mi peso por las calles, arrullándome, acariciando mi
espalda, mis brazos, piernas, nuca, tranquilizándome.
Veo al mundo acostado y parece nuevo. Más maravilloso y
lleno de emociones.
Mientras permanezco distraído, sus uñas escarban furiosamente
mi piel, intentan tocar mis huesos, meterse dentro de mis venas, volverse
sangre y oxígeno.
Primero los dedos, después las palmas de las manos, y le
siguen los brazos.
Retorciéndome de dolor miles de personas forcejean para
meterse adentro mío.
Veo piernas desaparecer en cuestión de segundos bajo mi
cuero, siento labios besar mis globos oculares desde adentro, con cariño y
entrega. Agradecidos.
Mi cuerpo es una multitud.