jueves, 17 de marzo de 2011

Iu-es-ei iu-es-ei iu-es-ei


Nada de lo que escribo acá es especial, con sólo recopilar  las ideas de cualquier otro joven sufrido se puede leer las mismas líneas que escribo ahora mismo, soy un libro repetido, ya con esta introducción advierto que es un sinsentido leerme.



¿Por qué razón en este mundo tenemos que esperar para sentirnos bien? Me dijeron hace unos años que mi felicidad no llegaría hasta ser bastante mayor, y ese plazo nunca se cumplió ni intento dar esperanzas de hacerlo. Muchos nos tomamos de las manos para aminorar nuestro dolor, pero hay otros que prefieren estar solos…




Decidí que el miedo y la pereza no me van a representar más, que siempre hay tiempo para elegir. Soy cruel, muy cruel, en la primera capa de mi persona.  Supongo que si pudiese estar enojada o triste me sentiría muchísimo mejor, no siento nada, perdí la sensibilidad de mi piel, nací sin emociones claras. Dada vez que sonrío le pongo muchas ganas, quiero que me salga bien, las sonrisas fingidas son tan tristes, tan idiotas. Ya no quiero que el día a día me sorprenda con la noticia de que ya no soy un niño, quiero seguir haciendo vandalismo, no pagar las consecuencias, tener sexo lujurioso, sin sentimiento. No soporto a los ateístas militantes, son peores que los creyentes.




Las manos de mi mamá son suaves, huesudas, con olor a crema, siempre están tibias, se parecen a las de mi abuela, pero sin arrugas. El otro día las redescubrí, dejamos de ser familia por un rato, la adoré. Se reía, porque nos descubrió en la mística musical que nos rodeaba a mí y a mi perro, la misma música que escuchábamos juntas en el auto la primera vez que lo chocó.

No hay comentarios: