sábado, 16 de marzo de 2013

Zambullidor.

Casi la una de la madrugada, encontré un pájaro ensangrentado.
Lo llevé a casa, traté de desinfectar el pecho lastimado y le di comida.
Al día siguiente una veterinaria pudo tratarlo y le suturó el cuello.
Pagué la cuota de los servicios médicos, y por instrucciones de la doctora busqué un lago dónde liberalo.
Lo escondí en el transporte público, acalorada, cansada.
Una vez en el agua se fue sin mirarme.

Ese animal me rescató de mi rutina y hastío, le debo el equivalente a un día de libertad de ideas destructivas.

2 comentarios:

Fer Scriabin dijo...

No sé si se trata de algo que te sucedió o una especie de metáfora digamos de los amigos, de igual forma es cierto, distraer y enfocar tus pensamientos hacia otro lado a veces es la mejor forma de que todo sea más ameno, quizás ese pajarillo tenía unas inmensas ganas de vivir que de alguna forma era inevitablemente contagiarse. o no lo sé, supongo que para el vivir es solo instinto. ¿Acaso el humano a perdido el instinto a vivir?

Gojira dijo...

Aunque suene delirante, lo del pato fue una situación real.
No sé, tendremos el instinto aturdido por tantas ideas y estímulos externos.