viernes, 21 de diciembre de 2012

Shordi.



Sus cabezas son dos pequeños astros, el pelo rubio brilla como soles.
El perro es color arena y mis peces dragones dormidos.

Tomándolos de las manos, los invito a ir al cuarto de mamá.
Saltamos sobre su cama, con cuidado de no pisar su cabeza.
Nos empujamos, pegamos, el amanecer se va colando entre nosotros por donde puede.

Las risas son genuinas, nadie tiene el valor helado de clamar por silencio, no hay interesados en censurar nuestra diversión.
Somos contagiosos; las sábanas se unen a nuestros rebotes, la madre dormida sonríe, la naturaleza nos ampara.

Hasta que la hora nos traiciona, separa nuestros cuerpos y pone fin a nuestra fiesta, a la vez que, maliciosa, incita al olvido.

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