jueves, 4 de noviembre de 2010

La luz del sol no es la misma cuando te pasas el día contemplando la estrella que pudiste ser.

Todos compartimos algo: odio, amor y miedo.

Nosotros odiamos sin discriminar sexo ni género, no hay barreras de edad y sabemos que es posible detestar a más de uno. Así aceptamos al odio, así discriminamos al amor.

Somos más humanos que seres, yo voy a enamorarme del mundo.

Una vez una amiga dibujo sobre todas mis cicatrices abiertas de mi brazo estrellas. Las dibujo con una Bic azul. Transformo mi brazo en una constelación de tinta. Mi vieja solo se rió, mi brazo se sintió alegre.

Yo me exigí estas cicatrices, pero no seguí las reglas que inventé.

Sé que nunca voy a conocer a toda ésta gente que me rodea, por eso me voy a esforzar en conocerme a mí misma. Quiero saber que me hace fuerte y por qué soy tan débil, hasta donde llega mi perversión y en qué momento la voz de mi conciencia se hace sorda. Me muevo de a poco, me trato como a un extraño, me exploro, intento reconocerme en gestos o miradas, me miro desde afuera, por eso me pueden decir que tengo baja autoestima, porque yo veo a un cualquiera en el espejo y nunca le sonrío.

Son esos sueños esos sueños que por las noches se hacen realidad los que me van a matar.

A veces, siento su respiración (la de ella) llena de enojo, ahí es cuando deseo ese lugar, en el que todos somos iguales.

Encierren a todos los idiotas juntos, mujeres y niños primero. Desnudémoslos de dinero y vergüenza, que sean seres libres dentro de sus celdas

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